Es que he estado malita y en cama. Y esta vez era Rosario la que me cuidaba a mí. Llamó al médico, vino, y lo que ella misma decía, que lo mío eran nervios desde lo del otro día en la estación de Calatayud. Puede ser, que incluso puede ser lo que dijo el médico, que todo lo que está pasando me haya provocado fiebre.
Ah, y eran verdad los pajarracos, ya los hemos visto. Igualicos que el que dibujó Rosario aquella mañana en una servilleta cuando estaba con las amigas en la cafetería del paseo de Calatayud. Vinieron dos veces. La primera fue el domingo pasado. Rosario ya andaba nerviosa desde primera hora de la mañana y dijo que no estaba muy segura pero que a lo peor algo iba a ocurrir. Y ocurrió, a la hora del aperitivo. Nosotras estábamos aquí en casa preparando la comida, Rosario se pone de repente a gritar que bajáramos corriendo a la bodega y el tiempo justo de apagar el gas porque un momento después de decirlo Rosario se empezaron a oír graznidos, muchos, como de toda una bandada, y muy fuertes. Pues si bajamos a la una hasta pasadas las cuatro no salimos, cuando ya estábamos seguras de que no había peligro y se oía gente por la calle: que se sepa sólo hay un muerto y vive aquí pero no es del pueblo. Es uno de los que llaman neorrurales, de esos que se instalaron aquí huyendo de las grandes ciudades y ahora andan quejándose al ayuntamiento porque las campanas de la iglesia suenan de noche; y el alcalde que eso es cuestión del cura y el cura con que si han sonado toda la vida... Total, que estaban en el bar de Alfonso con el aperitivo y, cuando se dieron cuenta de lo que ocurría, él salió de estampida mientras los demás, como sabían que en el bar también hay bodega, allí que se metieron. Pues dicen que alguien vio desde detrás de un balcón cómo un bicho lo agarraba y se lo llevaba por el aire sin que hasta ahora haya aparecido ni el cadáver.
Ya la misma tarde sacó un pregón el alcalde para reunir a la gente en la plaza a las ocho. Y se presentó con el sargento de la Guardia Civil: que ha hablado con no sé cuántas autoridades y se ve que no nos pueden ayudar ni desde Zaragoza ni desde Madrid porque en las grandes ciudades está ocurriendo lo mismo; y que ha creado una comisión de urgencia con el sargento y el médico. Luego habló el sargento y dijo que a las nueve se presentaran en el cuartel todos los que habían hecho la mili y todos los que tuvieran armas de fuego, de caza o de lo que fuera, aunque las tuvieran sin permiso.
Y ya mañana cuento el otro ataque, que fue ayer. Porque ahora vamos a hacer la cena y a meternos en la bodega. Que es lo que hacemos: por la mañana en la casa pero atentas y, de noche, a dormir a la bodega, que ya la tenemos muy bien acondicionada.
La foto que os he puesto hoy es la de la fuente de cinco caños donde antiguamente, antes del agua corriente, iba a surtirse la gente. Al lado estaba el pilón para las caballerías y luego el lavadero municipal.
Ah, bueno, que he leído los otros blogs. Y ya les vale, ya, a Blanca y Rebeca: o sea, cuantas más desgracias más veces abren las piernas...
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