martes, 6 de septiembre de 2011

Polvete marinero

Pues aquí vuelvo a estar después de unos días perdida. Que resulta que lo último que había contado es que habíamos decidido adentrarnos en la isla para ver cómo estaba todo y subir al monte Toro porque desde allí se divisa todo muy bien.
Bueno, pues al pasar por Mahón nos encontramos con el grupo de Blanca dedicado a quemar zombis y a todos los que parecían haber matado los zombis para que no se zombificasen y nos volvieran a atacar. Pero aquello olía tan mal que José María y yo, cuando todos llevábamos un rato allí echando zombis a la hoguera, nos apartamos a descansar.
Total, que estamos allí descansando y esperamos hasta que se disipó el humo de la hoguera. Pero entonces resulta que miramos y no vemos a nadie y puede ser que nos distrajésemos mientras José María andaba diciéndome bonitos ojos tienes o que, como he leído en el blog de Blanca, como les atacaron otros zombis aunque yo creía que los habíamos liquidado el sábado 27 de agosto, se metieran por otro lado y decidieran después volver a protegerse los de Blanca en la Mola y los de nuestro grupo en el castillo de San Felipe y el fuerte Malborough.
El caso es que no nos enteramos y pensamos que se habrían ido hacia el monte Toro como habíamos decidido. Allí que nos fuimos paseando, unos 13 kilómetros por paisajes muy bonitos llenos de vacas pastando, que paramos en una casa de campo y nos dieron para merendar queso y sobrasada. Bueno, pues llegamos arriba de todo del monte y los nuestros no estaban. Pero por el lado del norte se veía muy bonito el mar y un pueblo, que se llama Fornells, en una bahía. Y va José María y dice:
-Allí hacen muy buena la langosta. Vamos, nos comemos una y luego robamos un yate y volvemos a Mahón porque los nuestros deben de estar allí.
Decidimos ir y, de langosta, nada, porque el pueblo era la desolación total con tantos muertos por las calles que decidimos dejarlos allí en vez de quemarlos porque habríamos estado más de una semana. José María que se pone en el puerto a ir saltando de un yate a otro hasta que encuentra uno a motor con suficiente gasoil y me dice que suba. Subo, salimos del puerto y de la bahía a mar abierto y vamos hacia Mahón bordeando la costa, que también era un paisaje muy bonito con faros y acantilados. En esto que me pongo en biquini tumbada ahí a tomar el sol y veo que José María me mira desde el timón. Lo veo luego enredando con unos aparatitos y me dice:
-¿He puesto el piloto automático hasta Mahón?, ¿a que no sabes por qué?
Y como una no es de piedra... Pero le digo que no, un no de esos que clarísimamente significan que sí, sobre todo para dar envidia a Blanca y a Rebeca. José María que se da cuenta de que estoy loquica por sus huesos, me coge en brazos, me baja al camarote, se quita los pantalones, me arranca el biquini a lo bruto, se me tira encima y nos ponemos a darle. Pero se conoce que él ya está muy mayor, porque después de media docena de viajes noto que se le hace pequeñita y que se cansa. Paramos para descansar cinco minutos y le digo:
-Tú déjame y verás.
Lo tumbé, me puse de rodillas encima de él con las piernas abiertas frente a su cara y le dejé que me fuera pasando la lengua para motivarse. Luego me apeé, le pasé un poquito la lengua, le di un par de mordisquitos y, claro, lo puse en forma. Cuando ya lo tenía bien sólido, me monté de rodillas y nos pusimos ya en serio. Tan en serio como que al cabo de cinco minutos me pongo a dar voces y a saltar como una posesa. Hasta que noto que se pone a dar sacudidas dentro de mí y aún me pongo más loca con unos berridos que se oirían desde tierra adentro y unos saltos que...
Porque esa fue nuestra desgracia y mira que se lo había avisado. Estamos ahí en pleno éxtasis y oímos un golpe en el costado del barco. Que resulta que cuando me dijo que había puesto el piloto automático, como yo ya no pensaba con el cerebro sino con la flor, no me acordé de decirle, como había hecho al salir de puerto Sherry, que el gps no funcionaba y, entonces, el piloto automático tampoco. Nos vestimos a toda prisa, salimos a cubierta y resulta que el yate había embarrancado entre las rocas y estábamos frente a una pequeña cala en el lado opuesto de la isla del que habíamos salido y nos habíamos pasado Mahón de largo.. Bueno, pues tres días nos tiramos allí, que, con el calor que hacía se nos acabó el agua. Porque al final, Blanca y su grupo, con sus poderes especiales, nos encontraron y, cuando vi a Blanca subir al yate, me eché llorando a sus brazos.
Y ahora a ver qué historia les contamos para disimular sobre todo frente a María Teresa, la mujer de José María; seguramente que nos han raptado los monstruos o algo así que suene a creíble. Pero el polvete, que fue riquísimo, no me lo quita nadie. Y en un yate, que a ver si Blanca o Rebeca pueden decir lo mismo.

lunes, 29 de agosto de 2011

Zombis liquidados

Ya vuelvo a estar aquí con el ordenador recargado. Y no sé por dónde empezar, si por los zombis o por lo de Ruiz Mateos. Bueno, empezaré por lo de Ruiz Mateos: que me tiene sometida a férreo acoso. Bueno, ahora a eso lo llaman acoso y se ve que está feo pero lo de decir "Nena, ven que te doy un meneo" se ha hecho toda la vida. Enfín, que viene José María y me dice:
-Pilar, a ver cuándo acabamos lo que empezamos el otro día.
-Pero, José María, ¿y si nos pilla tu señora?
Por darle excusas, claro.
-Nos vamos al velero, me llevo los dos legionarios que hagan guardia fuera por si viene ella que nos avise. Y tengo un camarote con aire acondicionado y todo.
-Pero es que yo, cuando me desparramo, soy muy ruidosa y me dan tales espasmos que el barco puede zozobrar.
Y en esas estamos, que digo que si Rebeca y Blanca lo hacen, a ver si yo no puedo, que he leído en el blog de Blanca que el otro día el Markel le dio un tiento dentro del agua.
Y de los zombis: los despachamos todos el sábado por la noche. Que resulta que eran zombis como los de las películas, que si les disparas les haces un agujero pero no se mueren. Lo que pasa es que si les das cuatro tajos se  mueren otra vez y ya está. Que fue lo que pasó con lo que dije de la caballería menorquina que los estaba esperando con sables para cuando salieran de los túneles. Resulta que el Choni con la Harley atropelló a uno pero se volvió a levantar, en cambio cortados en trocitos no se pueden volver a enganchar. Y eso lo vi con estos ojos: se cayó del caballo uno de esos caballeros menorquines y un zombi iba hacia él. Entonces yo cogí el sable del suelo y empecé a darle tajos al zombi como hace Arguiñano con la cebolla y lo fui rebanando de un lado a otro en más de cien láminas.
También vinieron a nuestro fuerte aquellos señores sicilianos que llegaron en otro velero de lujo, muy bien vestidos y educados, pero tuvieron que salir corriendo porque sólo tenían pistolas y no podían matar zombis pero nos dijeron que conocían a algunos de ellos; y los menorquines lo mismo, decían que algún zombi era menorquín y otros, por el hablar, mallorquines, que hablan muy mal, como con los mocos en la boca. Se conoce, pues, que los zombis son sólo de las islas y habrán llegado desde Sicilia o desde donde sea por algún conducto por debajo del mar.
Ah, y a diferencia de los zombis de las películas, aquellos a los que los zombis matan no se convierten a su vez en zombis sino que se quedan muertos sin más, y eso lo vi porque mataron a algunos sicilianos que no se volvieron a levantar.
Y eso, que ahora hemos decidido adentrarnos en la isla y ir a la zona elevada, al monte Toro, que es el que está en la foto de arriba. Iremos a inspeccionar cómo está todo.

sábado, 27 de agosto de 2011

Una no gana para sustos

Ya conté el otro día cómo el martes fuimos a la reunión del ayuntamiento de Mahón pero Rosario se quedó porque quería investigar el olor que venía por los túneles del castillo. Pues el volver va y me dice:
-Ay, señora Pilar, que ese olor me da mala espina y seguro que algún peligro nos acecha.
Nos vamos a dormir en una amplia sala bajo tierra todos juntos para estar más protegidos y, a la mañana siguiente, como soy de poco dormir, las seis serían que me levanto y, sin hacer ruido, me cojo una linterna y me meto en camisón por un túnel a inspeccionar. En esto que oigo detrás de mí unos pasos, me giro y era don José María. Me pregunta dónde voy y le digo lo que hay, que Rosario veía peligro por ahí:
-Pues te acompaño -que ya dije que nos tuteamos-.
Giramos un recodo y en esto me dice:
-Mira lo que hay aquí en la pared.
Y yo, tonta de mí, me pongo delante de la pared a mirar si sería una pintura prehistórica cuando me levanta desde atrás el camisón y me dice:
-Vas a ver ahora cosita rica.
Pero fue catar y no catar porque le oigo dar un grito, me giro y veo que se la había vuelto pequeñita. ¿Por qué? Pues se le había cortado el asunto porque por el fondo del túnel venía toda una tribu de zombis andando como en las películas, con paso lento pero ininterrupido. Don José María dando voces por el túnel, otros zombis apareciendo por los túneles laterales, yo corriendo, llegamos a la sala y todos despiertos preguntando qué pasa:
-¡¡Zombis, zombis!!
Salimos al exterior y ya la caballería menorquina que ya se había vestido, había ensillado los caballos y estaban montados esperando a los zombis con unos sables que daba miedo verlos.
Bueno, pues no puedo escribir más porque se me está acabando la batería. Como el miércoles por la mañana salí disparada con el portátil bajo el brazo y no lo he podido recargar porque hemos ido de un lado al otro matando zombis pues eso. A ver si mañana puedo acabar de explicarlo todo, que ya los tenemos casi ahuyentados.

jueves, 25 de agosto de 2011

Novedades de Menorca

Fuerte Malborough
Ya está. Ya nos hemos organizado en Menorca. Bueno, no le voy a decir nada a Blanca, que dijo que yo provocaba a Ruiz Mateos, porque en el fondo es buena chica y porque fue ella la que con su escote y su pantaloncito convenció a los menorquines de que éramos del ejército de los buenos y para que nos dejaran desembarcar.
Y qué recibimiento nos hicieron: no sé cómo se enteraron de que Blanca había matado ella solita dos bichos y de que nosotras éramos las de las batallas de Andalucía; y de lo que yo hice con la Harley en Tarifa. Bueno, pues nos dicen que lo primero es acomodarnos, que hay dos fortalezas allí cerca, y que luego habría una reunión para decidir. Entonces nos dividimos y Blanca y Grecia deciden ir a un castillo que se llama la Mola y Rosario y yo con el Choni y su novia al fuerte Malborough, el que está en la foto y que es como un refuerzo de un castillo que se llama de San Felipe. Ah, y el otro motero, que se llama Markel, le pidió permiso a Choni para irse con Blanca porque se ve que ahí hay asunto. O sea que Blanca es como Rebeca, de las de a rey muerto, rey puesto.
Cuando ya estábamos a punto de irnos cada uno a su sitio me doy cuenta de que no están ni Ruiz Mateos ni señora. Subo al barco a ver qué y me los veo en el camarote. Les pregunto que por qué no bajan y me dice don José María que en Menorca le tienen manía porque dejó un montón de trabajadores en el paro con lo de Nueva Rumasa. Entonces yo bajo al muelle, les explico a los que mandan lo que hay y me dicen que lo de Ruiz Mateos, tal como están los tiempos, es cosa de pelillos a la mar.
Pues se vino con nosotras y nos instalamos todos en los subterráneos del fuerte, que hay un montón de túneles y salas por debajo que servían antiguamente para protegerse de la artillería. Nos ponen en una sala muy amplia y bien equipada y nos dicen que no nos metamos mucho por los túneles porque, aparte de poder perdernos, hay sitios donde huele muy mal.
Ah, y en la superficie del fuerte se entrena y hace maniobras la caballería menorquina, que son unos señores muy elegantes que van con la cruz de Malta y hacen piruetas con los caballos:


Bueno, pues el martes hicimos una reunión en el ayuntamiento de Mahón a la que fui porque, claro, no pude impedir que con lo que hice en Tarifa me pasara como en el pueblo, que casi me convirtieran en la lideresa. Y Rosario se quedó en el fuerte porque dijo que quería mirar eso de que hay túneles que huelen mal. Yo le dije que tuviera mucho cuidado pero como ella el mal lo ve venir con antelación...
Y en la reunión nos explicaron que en la isla había un montón de población asustada que se había ido a vivir a cuevas, que se ve que hay muchas que se ya habían utilizado en la prehistoria. Que en la otra punta de la isla, a 50 kilómetros, hay otra gente fortificada protegiendo el puerto natural de Ciudadela. Y que en el centro hay un monte, el monte Toro, con un convento, y gente de los nuestros porque desde allí se puede vigilar toda la costa norte y sur.
Nos explicaron también que, como el mar era mucho más seguro que la tierra para moverse porque, de momento, sólo de momento, no hay monstruos marinos, en los últimos días habían llegado a la isla barcos con supervivientes de todo el Mediterráneo y sobre todo de las islas porque es gente que sabe navegar. Así, gente desde Creta y Malta; o de más cerca, de Cerdeña. Y había llegado también un supervelero con la cúpula de la mafia siciliana y más de doscientos hombres que en seguida se habían puesto en la labor y apatrullaban los caminos del litoral.
Y en estas estamos, que ahora me voy a poner el biquini y Rosario y yo bajaremos a bañarnos en una cala que hay aquí al lado.

domingo, 21 de agosto de 2011

Ya estamos en Menorca

Puerto Sherry
Pues que nos fuimos otra vez para el sur, para Puerto de Santa María. Que resulta que Hidalgo se enteró de que a lo mejor el rey, el malo más malo que ha de venir detrás de los monstruos, aparece por Menorca y decidió que unos cuantos fuéramos para allí. Y como resulta que a ese chico le gusta mucho El Señor de los anillos, formó una pequeña comunidad pero en vez de un enanito, un hobbit, un elfo y así, decidió que iban dos moteros, dos regulares, dos de la mano vacía... Y Blanca y Grecia, una chica que se trajo Rebeca de Bilbao, con Rosario y conmigo.
Bueno, pues me llama Hidalgo y me pregunta que cómo había quedado con don José María Ruiz Mateos cuando lo había visitado en Jerez, y yo le digo que tan amigos aunque a lo mejor estaba enfadado porque me fui precipitadamente al recibir el mensaje ultrasecreto de que la batalla no era allí sino en Tarifa y no le dije nada. Hidalgo me pide que me ponga en contacto con él y le pregunte si tiene algún barco que pueda poner a nuestra disposición para ir a Menorca. Le mano un mensajito en plan Apreciadísimo José María y en seguida me contesta explicándome lo mucho que se divirtieron porque se ve que los pajarracos voladores, después de la que les dimos en Tarifa, huyeron para Jerez y allí sus legionarios se hartaron de hacer tiro al blanco desde unas baterías antiaéreas que tenían en el tejado de las bodegas.
A lo que iba, que me dice que tiene un velero a nuestra disposición en Puerto Sherry y que vayamos para allá porque, además, conoce Menorca porque su empresa Nueva Rumasa tenía la fábrica de quesos Kraft y había construido un aparthotel. Le explico todos los que vamos y me dice que, entonces, él se trae dos legionarios además de su señora, que no se le despega ni a sol ni a sombra. Lo consulto con Hidalgo y dice que si él pone el velero se pueden aceptar sus condiciones.
Corremos otra vez el camino a Sevilla, bajamos hasta Puerto Sherry y allí estaba en un barco tan grande que parecía la Pinta, la Niña y la Santa María todas a la vez. Estuvimos un ratito cargando el barco con todo lo que teníamos de comida y armamento y don José María da la orden de zarpar. Arranca el motor para salir del puerto, soltamos amarras y, desde el timón, empieza a dar órdenes de que si este cabo por aquí, la otra vela por allá de modo que, al cruzar la bocana, ya teníamos todas las velas desplegadas. Entonces me acuerdo de que los GPS no funcionan y voy y se lo digo:
-Pilar, alguien que como yo ha sabido pilotar grandes imperios financieros es capaz de llegar a donde sea sin GPS.
Y como no me vio muy convencida me sacó unas cartas marinas muy grandes y me explicó cómo íbamos a llegar:
-Vamos a ir bordeando la costa hasta el cabo de la Nao por encima de Alicante; de ahí, rumbo levante a Formentera; luego noreste a la isla de Cabrera y, siguiendo noreste, bordeamos Mallorca por levante y salimos derechos a la costa sur de Menorca. Eso, claro, si el viento acompaña. Si no, pues nos quedamos al pairo.
Y así transcurrió la navegación sin más novedad que, como tampoco funcionaba la brújula y los faros estaban apagados, al caer la noche tuvimos que tirar el ancla y fondear frente a Adra, antes de Almería. Ah, y que como Ruiz Mateos había cargado la bodega con no sé cuántas botellas de jerez, se puede imaginar la juerga que montaron los moteros, los legionarios y el resto de hombres, que nosotras nos fuimos a dormir. Bueno, y que a la mañana siguiente, con la excusa de enseñarme, don José María me pone al timón y mientras me explica desde detrás cómo se coge y lo que es la rosa de los vientos, noto un bultito ahí más abajo de la espalda que le tengo que decir:
-Como salga tu señora...
Al final llegamos a la costa sur de Menorca y la fuimos bordeando hacia el este para coger la boca del puerto de Mahón. Y al llegar tuvimos que parar porque había una cadena de un lado al otro que impedía la entrada y vigías dándonos voces desde las rocas y los acantilados que quienes éramos y a dónde íbamos. Y vinieron a buscarnos con unas barcas pequeñas que se ve que se llaman llauts y decidimos que Blanca, que de todas era la que tenía el mejor escote, fuera a hablar con ellos y los convenciera para que nos dejaran desembarcar. Y aquí estamos.

Puerto de Mahón

miércoles, 17 de agosto de 2011

Nos vamos a Menorca

Hondero baleárico

A ver si soy capaz de explicar todas las aventuras de estos días sin liarme porque resulta que me quedé sin ordenador y ya explicaré por qué.
Lo primero, que Rosario y yo nos llevamos una bronca muy gorda de Hidalgo porque, después de la batalla de Santa Elena y, cuando djeron que la próxima batalla sería en Jerez, como queríamos llegar las primeras, salimos con la Harley disparadas sin esperar a nadie y ni siquiera el resto de moteros nos pudieron seguir. Seguramente por eso, por las prisas, nos perdimos en la circunvalación de Sevilla hasta que nos encontramos a los portugueses y nos dimos cuenta de que íbamos en dirección a Huelva y Portugal en vez de hacia Jerez.
Y Hidalgo nos riñó mucho porque nos separamos de los demás pero nos perdonó luego porque después de la otra batalla, como quedó herido y enfermito, nosotras lo cuidábamos y le hacíamos la pelota.
Ah, que me había quedado explicando cómo estaba hablando con Ruiz Mateos en Jerez y que él había organizado un tercio de legionarios para la guerra contra el mal. Pues resulta que mientras estaba allí recibo un mensaje ultrasecreto para decirme que la batalla no era en Jerez, que eso era un bulo de los que se extienden para engañar al enemigo pero acaba también engañando a los nuestros. Total, que me dicen que vaya para Tarifa sin decir nada ni a los portugueses ni a los legionarios de Ruiz Mateos porque, aparte de muchos humanos que se habían pasado al lado oscuro, había otros que hacían de espías. Y por si acaso...
Total, que en vez de llegar las primeras casi llegamos las últimas, y allí estaban todos: Hidalgo con Brau, aunque no sé si Brau sigue teniendo existencia corpórea o, con tanta cosa rara, se ha vuelto un espíritu; Blanca con un modelito precioso de amazona; Rebeca con toda la tribu que se había traído de Bilbao; los moteros preguntándome que dónde me había metido; Andy con el violín y NoFaustino con su espada; y jinetes y qué sé yo qué más.
Y los monstruos. Que resulta que ahora en Tarifa, como hace mucho viento, han puesto molinos de ésos para sacar energía. Pues encima de uno de esos molinos había un monstruo que, como dijo Hidalgo, era clavadico a Ella-Laraña de la película dEl Señor de los anillos que había visto con mis nietos y que envuelve a Frodo con su tela. Y otros monstruos, los pajarracos que atacaron en Calatayud y lagartos de los de Santa Elena. Y los nuestros disparando con flechas encendidas como en las películas del rey Arturo para quemar castillos. Y lo más diver fue una carga de caballería de noche contra un grupo de monstruitos terrestres, Que me pongo yo muy seria, veo un montón de explosivos y cargo las bolsas laterales de la Harley, que son como alforjas, con esos explosivos, salgo disparada en la oscuridad, adelanto a la caballería y, cuando quedan 20 metros para llegar a los monstruos, salto de la moto, me tapo la cabeza y oigo que la moto choca y explota. Cuando levanto la cabeza veo el cielo lleno de trocitos de monstruo brillando por los aires, que parecían fuegos artificiales.
Y luego, cuando vuelvo al campamento y nos metemos en la tienda para descansar, me digo: Voy a describir la batalla en el blog. Y entonces me doy cuenta de que con las prisas por convertirme en una heroína me había olvidado el portátil en la Harley y, claro, había volado con todos los monstruos y quedaría hecho fosfatina. Y hasta ayer no se me ocurrió decírselo a nadie, que entonces me viene Lucas Drill, el chico que nos visitó en el pueblo y nos trajo el módem mágico, que, como es un experto en aparatitos, me regaló uno.
Lo demás, todo muy triste, que nos pasamos dos días enterrando gente. Muchos moteros amigos de Choni muertos; ah, y ya soy amiga de la novia del Choni, que se llama Claribel y me tenía celos desde el día en que me subí con él en la moto en Valdepeñas pero, claro, las desgracias unen. Y Rolando también murió, el novio más novio de Rebeca, pobrecilla, pero es todo muy difícil en estos tiempos, que resulta que vamos al entierro, nos ponemos todos lacrimógenos pero lo que pasaba es que aquel señor enemigo del padre de Rebeca y con nombre ruso, Popov o algo así, había resucitado a Rolando haciendo vudú para utilizarlo de espía. Pero como Blanca se dio cuenta y también sabe magia, lo volvió a matar y santas pascuas. Y como Rebeca había estado de acuerdo en resucitar a Rolando y convertirlo en zombi para seguir acostándose con él ahora Hidalgo la tiene castigada por necrófila.
Ah bueno, y que ahora estamos otra vez en Santa Elena, que los jefes hicieron una reunión y han decidido que Blanca, Rosario y yo con no sé cuánta gente vayamos a Menorca a hablar con unos grupos de resistentes porque por allí puede aparecer el Rey cuya venida están preparando todos los monstruos. Aunque digo yo que para ir a Menorca lo mejor es buscar un yate en algún puerto de la costa de Alicante, cargarlo de gasoil y Blanca, como es de Santander, algo sabrá de navegación. Y si no, pues aparecemos en Argel o en Cerdeña.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Caminito de Jerez


Qué lío en Santa Elena: bueno, al final pude hablar con Rebeca, que se había enfadado conmigo porque yo creía que se había metido en un mundo paralelo y lo que le pasó fue que la pusieron en un altar para sacrificarla. ¡Qué miedo! Claro, y como se había enfadado, me dijo que si se moría, buscaría a mi difunto en el otro mundo para ponerme los cuernos con él. Pero yo creo que lo dijo de broma aunque vete a saber, como es insaciable... De todos modos, ya vigilaré lo que pueda para que no se muera. Y a Blanca ¡qué diver! le han sacado el mote de la Matagigantes porque mató dos monstruos.
Pues eso, estamos en Santa Elena con los moteros y los jefes, con Hidalgo a caballo, empiezan a repartir armas y a mandar a la gente para aquí y para allá. A nosotras nos dieron unos pistolones grandiosos, como los que saca Rambo al final, cuando se enfada de verdad y dice aquello de ¡Se ha acabado tanta tontería! Y disparaban una balas que se llaman dum-dum, que entran en el cuerpo del enemigo y explotan dentro. Bueno, pues nos mandan por unos caminos en medio de los arbustos, nosotras a pie, que el BMW yo no lo quería meter por allí para no rayarlo, y de pronto empiezan.a aparecer unos lagartos grandiosos, que no me acuerdo del nombre y que andaban a dos patas y llevaban unas cadenas muy largas adornadas con lo que parecían calaveras de otros monstruos. Y de repente el acabóse, que empiezan a verse volar moteros por los aires, y motos vacías que al caer explotaban y quemaban los arbustos y nosotras venga a disparar a los monstruos, que los dejábamos con unos boquetes que para qué. Hasta que nos encontramos una Harley tirada sin su motero, la levantamos entre las dos, la arrancamos, se pone Rosario de paquete para disparar y nos metemos por entre los monstruos. Y cada vez que Rosario disparaba, con el retroceso, la moto saltaba dos metros hacia atrás. Bueno y por poco no atropello a unos que aparecieron no se sabe de dónde y que iban vestidos de color azafrán como los dalailamas, pero se pusieron a levitar y, desde el aire, daban patadas de kungfú a los lagartos.
Pues el follón, que parecía el fin del mundo todo lleno de humo y oliendo a pólvora y nosotras atravesando llamas con la moto, se acabó cuando empezaron a dar voces de que nos retirábamos hacia El Carpio, un pueblo de Córdoba, porque había muchos heridos y había que curarlos y reagrupar las fuerzas. Para allá que nos fuimos con la Harley dejando abandonado el BMW porque tal como estaba la autovía...
Nos estamos un día allí en el polideportivo del Carpio y entonces deciden que vamos a montar otra batalla en Jerez o en Tarifa; yo no digo ni pío pero, vamos a ver, si los monstruos nos hacen retroceder allí, ¿qué hacemos, coger pateras y huir a Marruecos? ¿No era mejor ir a Ayamonte, cruzar el puente del Guadiana, volarlo y esperar al enemigo al otro lado, en Portugal? Bueno, ellos sabrán.
Pues nada, nosotras hacia Jerez parando de vez en cuando y, con una manguerita que teníamos, hacíamos sifones para llenar de gasolina el depósito con la de los coches abandonados. ¡Qué destrozo en Écija, que es una ciudad llena de torres de iglesias y no quedaba ni una torre porque las habrían destrozado los pajarracos! Llegamos a Sevilla y se conoce que me lié en la S-30. Porque salimos de Sevilla por una autovía y, al llegar a un desvío que lleva a un pueblo que se llama Bolullos par del Condado, veo que de cara vienen camiones con banderas portuguesas y llenos de gente cantando lo de Grândola vila morena. Me salto la mediana de la autovía, los paro y les pregunto a dónde van:
-Pra Jerez, à procura do nosso fado.


Que sólo entendí lo de Jerez; les dije que Jerez era por el otro lado, ellos que no y entonces me di cuenta de que era yo la que andaba equivocada. Damos la vuelta, volvemos a Sevilla y hacia Jerez por la autopista de Cádiz.
Llegamos a Jerez y me digo: le voy a presentar mis respetos a Ruiz Mateos, que soy muy forofa suya. Y nos metemos por las calles, buscamos las bodegas más grandes, nos metemos y no veas lo que encontramos dentro. Eran tan grandes las bodegas que había por lo menos mil soldados vestidos de legionarios, con su cabra y todo, haciendo maniobras; y Ruiz Mateos dando voces y repartiendo órdenes:
-Buenos días, señor don José María. Somos Pilar y Rosario.
-A sus pies señoras.
-Y esto qué es.
-Pues que con un dinerillo que tenía por ahí he organizado un pequeño ejército contra el mal. A ver si así en este país me perdonan de una vez todos los desastres que he hecho.