domingo, 31 de julio de 2011

Ya hemos llegado

Pues que ya estamos en Santa Elena con nuestros pañolitos en la cabeza. Igual que Rambo, ese chico que vuelve del Vietnam y al llegar a un pueblo el policía le pide que se marche y él se enfada mucho y acaba rompiendo el pueblo. Pero los nuestros son blancos para distinguirnos con los amigos, que los moteros que nos acompañan los llevan negros y algunos con la bandera USA.
Y eso es, que nos hicimos tan amigos, que después del resacón del otro día esos chicos nos dijeron que aún quedaba para la batalla y nos propusieron ir a dar una vuelta por la Mancha. Pues allí que fuimos y nos estuvimos tres días en las lagunas de Ruidera, que son muy bonitas, bañándonos y practicando kayak con unas canoas que había por allí abandonadas. Y pongo una foto debajo para que lo veáis:
Bueno, pues después, como ya estábamos por allí y ellos saben más de carreteras porque se pasan la vida por esos mundos, decidieron llegar al punto de encuentro, Santa Elena, desde abajo y no desde arriba por Despeñaperros. No sé qué pueblos pasamos, Villanueva de los Infantes, Villacarrillo, Úbeda, y todo muy bonito por la sierra de Cazorla; luego ya, por Linares salimos a Bailén y cogimos la autovía hacía La Carolina.
Y otro hartón de llorar: que leemos los blogs y, aparte de enterarnos de que Rebeca había estado secuestrada en otra dimensión, Andy, el chico del violín, ha explicado que la señora aquella con la que se lió en Salamanca, la mujer de Nofaustino, y su hija tuvieron un accidente, se despeñaron y murieron. Y a Brau, el chico que habla misterioso, le querían atracar unos bandoleros andaluces pero Hidalgo le defendió.
Nos hemos encontrado todos con Hidalgo, que nos hemos presentado las dos todas chulas con el coche a la cabeza de todos los moteros y, después de los besitos y saludos, nos ha dicho que iba a llegar Rebeca con Rolando, aunque me parece que se ha vuelto a cambiar de novio. Y Blanca decía que también estaba llegando. Pues a ver si nos reunimos todos y que vengan los monstruos si se atreven.

viernes, 22 de julio de 2011

Estoy resacosa

Nos hemos despertado pasadas las doce y con una resaca que tengo la cabeza como una olla llena de grillos. A ver si lo sé contar: que resulta que ayer, después de lo que expliqué de que paramos en Aranjuez a comer, seguimos viaje hacia Despeñaperros por la autovía de Andalucía y sorteando todos los coches tirados por en medio como habíamos hecho por la mañana. Y serían las siete que ya estaba cansada de conducir. Total, que al pasar Valdepeñas veo un cartel que indica un hotel en una vía de servicio, nos metemos y el hotel estaba cerrado a cal y canto. Pero todo desierto, que no se veía un alma; pues voy y, como tenía ganas de coger una cama y echarme a dormir, me digo: para poder entrar, le voy a hacer un alunizaje como dice el telediario que hacen los que roban joyerías. Le digo a Rosario: tú espérame aquí un momentito.
Vuelvo andando a la autopista y busco un coche porque, aunque un camión era mejor, no le entiendo el cambio de marchas. Y encuentro un Mercedes Benz Kompressor con la puerta abierta y las llaves puestas, el coche ideal, que una no se sube así como así a un coche coreano. Lo pongo en marcha, lo llevo hasta la puerta del hotel y le bajo las ventanillas porque, previsora que soy, si se disparaba el airbag, salían gases que vete tú a saber. Lo acelero y Rosario que se pone:
-¿Qué va a hacer usted señora Pilar?
Pero yo ya había reventado la puerta del hotel. Y en esto que me veo llegar un montón de moteros con unas pintas que sólo de verlos ya me daba por violada. Pero no, que aunque venían con chalecos de cuero y vestidos de negro, eran unos chicos educados que hasta sabían hablar de usted. Como que me viene el jefe,  que llevaba una rubia detrás y después hicimos mucha amistad, y me dice:
-¿Se puede saber qué hace, señora?
-Pues romper la puerta para entrar a dormir. ¿Y vosotros, qué buscáis?
-Se nos ha acabado la priva y andábamos a ver si pillábamos birriquis.
Y hablaba así, a lo madrileño.
-Si se hubiera esperado un minuto, ya le hubiéramos abierto nosotros con las cadenas.
Y sí, llevaban unas cadenas metálicas alrededor del cuello que daba miedo. Le pregunto:
-¿Y eso para qué es?
-¿Usted no ha oído hablar de la gran batalla? Todos los moteros de Europa van a bajar a Andalucía. Incluso los que llevan motos japonesas, que les vamos a permitir el paso.
Claro, que eso no lo he dicho, que las motos que llevaban eran Harleys, el sueño de mi difunto, que siempre me decía: Pilar, cuando me jubile, compramos una Harley y nos vamos a recorrer el mundo. Pero no pudo cumplir su sueño porque el pobrecico se me quedó un día entre los brazos mientras hacíamos uso del matrimonio.
Claro, con eso yo andaba muy tierna. Más aún cuando entramos al hotel, asaltan el bar y ese chico, que se llamaba Choni, dice:
-Antes de tocar nada, que estas señoras -que éramos Rosario y yo- escojan lo que quieran.
Yo, por supuesto, le dije que me guardaran una botella de anís. Me fui con Choni a un sofá, estuvimos hablando y me contó muchas cosas, que si eran de Madrid y habían visto cómo atacaban millones de pájaros; que ese día estaban en el bar bebiendo cerveza y habían salido corriendo con las motos hasta meterse en el metro; que habían estado más de 10 días viviendo en los túneles; y que habían oído hablar de la gran batalla y que iban para allá.
Bueno, y él andaba con una botella de Chivas 24 y yo con otra de Chinchón con lo que, a partir de la segunda copita y como ya le había apeado el tratamiento y le había contado que mi marido era forofo de las Harleys, me dice:
-¿Quieres montar en una?
Yo, claro:
-Pues sí.
 Me pilla de la cintura y me saca para afuera. Y yo ya había visto que la rubia de bote con la que había llegado me miraba de reojo y como queriendo arrancarme los ojos, pero ni caso.
Salimos frente al hotel, vamos hasta la moto y me dice:
-¿Quieres llevarla tú?
-Si yo no sé...
Me explica que si el embrague, que si la primera es abajo y las otras marchas arriba y me dice que tranquila, que me suba, que vamos hasta Manzanares y volvemos, y él, vigilando, de paquete.
Me subo, se sube él detrás de mí, me agarra y en esto que sale la rubia gritando:
-¡Dónde vais, que en esa moto no se monta más chochito que el mío!
Qué mujer más ordinaria, que le doy al gas y veo cómo se va volviendo pequeñita por el retrovisor. Y eso, que vamos hasta Manzanares, volvemos y seguimos con las botellas, que las teniamos a medias. De lo último que me acuerdo es de que me dio su número de móvil y yo el mío y quedamos que ya nos veríamos en la gran batalla. Bueno, sí, luego vino Rosario, que no sé de dónde salió, y me dijo que vámonos ya a dormir, señora Pilar.

jueves, 21 de julio de 2011

Estamos de viaje

Pues eso, que ya estamos de viaje. Esta mañana a primera hora, con la fresca, hemos salido del pueblo. Que las cosas andan muy mal ya nos hemos dado cuenta sólo subir al coche. Enchufo el GPS y, como lo más cerca de Despeñaperros que me suena es Linares, de un viaje que hicimos hace años mi difunto y yo, pues pongo Linares y el GPS me dice que está a más de 15.000 kilómetros. O sea que una de dos: o el GPS se equivocaba porque los satélites se habían vuelto locos o los monstruos habían conseguido cambiar Linares de sitio retorciendo el planeta. Hemos decidido que ya lo comprobaríamos y, como por lo menos hasta Madrid sé llegar, hemos pensado que cuándo llegáramos ya miraríamos o buscaríamos en alguna página de Internet un mapa para ir luego hacia Despeñaperros. Porque hemos cogido el pendrive que sirve de módem mágico, el que nos trajo aquel amigo de Rolando, Lucas Drill.
Bueno, pues cogemos la carreterilla hasta Ateca para salir a la autovía y todo tranquilo. Pero al entrar en la autovía hacia Madrid aquello parecía el acabóse del apocalipsis. Coches tirados por todas partes, camiones volcados en medio de la calzada que tenía que hacer eslalom para sortearlos. Ahí pongo unas fotos que ha hecho Rosario con la cámara web del ordenador. Y gente hecha trizas por los arcenes, que yo procuraba no mirar para no distraerme. Ah, y al pasar por Medinaceli hemos visto en la ladera de un cerro un helicóptero que todavía estaba ardiendo.
Pero lo peor ha sido en las rectas antes de llegar a Guadalajara. Íbamos tan tranquilas sorteando vehículos a unos 160 por hora... Porque, claro, yo me he dicho:
-Con este desastre, seguro que los radares no funcionan.
Pues eso, nosotras a lo Thelma y Louise y me dice Rosario:
-Señora Pilar, mire ahí a la derecha.
Y miro y es un terreno llano, campos de trigo, pero se ven como bultos en el suelo que van cambiando de sitio, como pequeñas montañitas que se movían. Pero de repente se abre una de esas montañitas y aparece la cabeza de algo parecido a una culebra de más de tres metros de diámetro. ¡Qué miedo!, que he pisado el gas a fondo y me habré puesto a 200 por hora. También hemos visto una tribu de gitanos rumanos, que ha sido Rosario la que me ha dicho que eran rumanos porque entre ellos se reconocen, que estaba con una furgoneta robando cable de unos postes de alta tensión que se habían caído. Pero digo yo que a quién se lo querrán vender.
Bueno, pues pasamos Alcalá de Henares y a medida que nos acercábamos a Madrid era más difícil circular porque cada vez había más coches y camiones tirados. Conseguimos llegar hasta la altura del aeropuerto de Barajas y vemos un desvío que dice hacia Andalucía por la M-40. Vamos a entrar y vemos la M-40 colapsada, toda llena de coches que parecían vacíos porque sus dueños los habrían abandonado o los habrían matado los monstruos. Salimos marcha atrás, nos paramos y miramos por Internet el mapa de la guía Repsol. Pues nos hemos aclarado porque por unas carreterillas y otras, aunque hemos tardado más de dos horas, hemos ido a parar a Aranjuez y hemos salido a la autopista de Andalucía; y eso que mi difunto decía que las mujeres y los mapas somos incompatibles.
Ahora estamos paradas aquí en el arcén, que como nos hemos traído una mesa y dos sillitas plegables, aquí estoy escribiendo; y nos hemos puesto un Martini y hemos abierto una lata de anchoas y otra de berberechos. Luego ya veremos cómo nos las ingeniamos para calentar una lata de fabada.

miércoles, 20 de julio de 2011

Aún más indecisas

 Pues ha ocurrido otra desgracia. Resulta que, como empiezan a escasear algunos productos de primera necesidad, el domingo dieron un pregón a lo moderno. Antiguamente pasaba el pregonero con una trompetilla y cantaba los pregones pero ahora es más soso: lo hacen desde el ayuntamiento y con unos altavoces colgados en algunas esquinas del pueblo. El pregón era para convocar a todos los fumadores en el salón de juntas del ayuntamiento y buscar una solución porque en el estanco se ha acabado todo el tabaco. Nosotras, claro, como ese vicio no lo tenemos, pues no vamos. Se conoce que decidieron organizar una expedición para bajar a Calatayud a ver si conseguían tabaco. Pidieron cuatro voluntarios y el lunes por la mañana salieron en un 4x4 para traerlo bien cargado. Se ve que la despedida fue todo un dramón con las mujeres llorando y diciéndoles a los maridos que podían aprovechar para dejar de fumar pero ellos, claro, ni caso porque el vicio es el vicio.
Además, los otros hombres que estaban allí dándoles ánimos les dijeron que también se iba a acabar la cerveza de los bares y que miraran a ver de acercarse a algún supermercado a comprar. Total, que se van el lunes y, como ayer aún no habían vuelto, ¿a quién le piden que vaya a mirar si les ha pasado algo? Pues a una servidora, a quién si no. Que me viene el sargento de la Guardia Civil ayer por la mañana de visita y, como es un señor tan educado, no se atrevía a pedírmelo. Hasta la segunda copita de anís:
-Señora Pilar, ya que a usted no la ven los pajarracos...
-Pero señor sargento, que llevo un par de copitas y si me paran para soplar...
-De aquí a Calatayud los únicos que podemos pararla somos nosotros y usted, por supuesto, tiene bula.
Enfín, sacrificada que es una. Nos tomamos otra copita y allá que me voy. Pero a los diez kilómetros me veo el 4x4 volcado en la cuneta, salgo, miro y ni rastro de los ocupantes ni de nada, que los habrían pillado los pájaros en el camino de ida y no habían podido comprar nada. Vuelvo al pueblo, paro en el cuartel y se lo explico al sargento porque no iba a ser yo quien hiciera correr la voz, que ya se sabe lo que le pasa al mensajero de malas noticias.
Eso fue por la mañana. Y por la tarde... bueno, que empezó a cundir el pánico y a la gente le dio porque también se podía acabar la gasolina y se fueron todos con coches y tractores a la gasolinera de la carretera, la que está a la salida del pueblo en dirección al monasterio de Piedra. Nosotras tan felices y haciéndonos planes para ir a ayudar a Blanca y Rebeca ni habíamos caído en que a lo mejor las gasolineras de esos mundos no funcionan o están agotadas. Caemos en la cuenta, subimos al granero, encontramos varias garrafas de diez y cinco litros, vamos a la gasolinera y nos ponemos a esperar tanda. En esto que va el dueño, que es un listillo más que listillo, cambia el precio y pone el gasoil agrícola a 2 euros, el de automoción a 2,5 y la gasolina a 3 euros. Se forma un tumulto y la gente le llama de todo menos guapo:
-¿Es que no habéis oído hablar de la ley de la oferta y la demanda?
No puedo repetir lo que le dijeron en ese momento, pero fue tan gordo el escándalo que las voces llegaron hasta el cuartel y al momento bajaron el sargento y dos números en el jeep:
-A ver qué pasa aquí.
-Pues que no me quieren pagar la gasolina.
Pero mira el sargento en el poste, ve los precios y le dice al dueño:
-Ahora mismo te vienes al cuartelillo conmigo por judío especulador. Pero antes pones en todos los postes la gasolina gratis. Es una cuestión de seguridad nacional.
Que eso último lo dijo mejor que lo dicen los del FBI en las películas.

Y aquí estamos con el depósito del BMW lleno y un montón de litros de reserva por si acaso. Pero no sabemos si ir a lo de Blanca y Rebeca o a una batalla que está convocando Hidalgo por Andalucía, que parece que será pronto y tendríamos que salir cuanto antes para no perdernos el comienzo. Ahora mismo vamos a cargar el coche con las latas de comida que nos quedan, vamos a mirar si hay algo que se pueda utilizar como arma y vamos a pensar qué vestidos nos pueden quedar mejor en una batalla.

domingo, 17 de julio de 2011

Indecisas

Pues que no sabemos qué decir, que estábamos aquí tan tranquilas y...
Bueno, a ver si lo cuento despacito: eso, que lo último que conté fue que el lunes hablamos por radio con aquel señor de Méjico y quedamos para hablar otra vez el martes a la misma hora cuando mi cuñado dejara de festejar -si es que se puede llamar así a decirse las tonterías que se deben de decir- con esa señora extranjera. Pues nos ponemos al habla por la radio en la misma frecuencia que el lunes:
-¿Me oye alguien?
Y nada.
-Señor mejicano que vive en el pueblo junto al volcán, ¿está usted ahí?
Y seguimos sin respuesta. Empiezo a tocar el botoncito de las frecuencias a ver si estaba en otro sitio:
-¡Cáspita!, ¿no hay nadie a la escucha?
Porque estos días he estado haciendo como Rebeca, pero en vez de decir Diantre como ella, para que no crea que me copio digo Cáspita, Córcholis y Caramba. Lo hago para ver si me salen tantos novios como a ella o se apunta tanta gente a mi blog como al suyo. Y si no lo consigo, empezaré a poner pinturitas en las entradas en vez de fotos y seguro que acabaré descubriendo su truco para ligar.
Pero ya me ha dado la llorera porque estoy hablando así de Rebeca y resulta que la chica lo estará pasando muy mal porque ayer nos enteramos de que los malos han matado a su padre. Lo leímos ayer y estuvimos hablando Rosario y yo porque no puede ser que nosotras estemos aquí poniéndonos cremita en la piscina y ella y Blanca anden perdidas por esas montañas y siempre a punto de que se las coman los monstruos esos con nombres raros.
Pero acabo de explicar lo del señor mejicano y luego cuento lo que hablamos Rosario y yo. Pues eso, que el martes no apareció el señor mejicano, ni el miércoles. Y nosotras preocupadas claro, que ya pensábamos que se lo había llevado algún pajarraco. Pero el jueves aparece y nos cuenta que lo del agua bendita que yo le había dicho no servía y que el mismo martes aún habían salido muchísimos más pájaros por el cráter del volcán, habían vuelto a atacar el pueblo, le habían roto la antena de la radio y la gente había tenido que esconderse dentro de una pirámide. Me explicó también que cuando pudo arregló la antena y se la llevó a la pirámide con la radio. Y habló con un señor de Venezuela que le dijo que lo de que el presidente Hugo Chávez, ese al que el rey le dijo lo de por qué no te callas, tiene cáncer es mentira y se lo ha inventado para marcharse a Cuba porque no se ve capaz de controlar el país, que unos bichos subterráneos, a lo mejor de los mismos que habla Rebeca, le han roto todos los pozos de petróleo.
Pero lo peor es lo de Rebeca, que estamos ayer noche tan tranquilas haciendo punto de cruz y, para descansar, me pongo a leer a las amigas y me entero de que ese señor ruso tan malo ha matado a su padre y ha secuestrado a su nuera, la que la va a hacer abuela. Se lo enseño a Rosario y nos ponemos las dos a llorar como unas magdalenas. Y voy y le digo:
-Pues no nos podemos estar aquí de brazos cruzados.
-¿Y qué vamos a hacer?
-Ir a ayudarlas, a ella y a Blanca. Si tú adivinas cuándo van a venir los monstruos y a mí los monstruos no me ven...
-Pero son los pájaros que no la ven, señora Pilar, y ellas hablan de otros monstruos, y unos van bajo tierra.
-Que no, que seguro que no me ven.
-Además, no sabemos exactamente dónde están.
-Sí que lo sabemos, que las dos lo han dicho. Están en unos pueblos que se llaman A, B, C y así, con letras del abecedario, como las calles de Nueva York en las películas americanas, que van con números. Donde están ellas los pueblos van con letras así que escribimos B en el GPS y llegamos derechitas.
-Eso si las carreteras no están cortadas.
Y en eso estamos ahora pensando, que no sabemos bien qué hacer.


martes, 12 de julio de 2011

Pajarracos en Méjico

Lo que contaba el otro día, que mi cuñado me pidió que me metiera en internet para ver si le conseguía una antena de radio lo suficientemente potente para poder hablar con una señora que está aprendiendo español y vive en uno de esos países del este de Europa que se han inventado hace poco. Yo ya le digo que no se fíe mucho de ella pero... Bueno, pues eso, que me meto en un foro de radioaficionados y un chico de Madrid me dice que tiene una antena telescópica de cuatro metros y que, aunque me la venda, no me la puede enviar porque no funcionan ni los servicios de mensajería ni los de correos, y es verdad, que en el pueblo hace días que no llegan ni las cartas de los bancos. Y me cuenta además que Madrid está hecho unos zorros, que el metro se ha convertido en un nido de todo tipo de monstruos y ni el ejército se atreve a entrar con tanques. O sea, más o menos lo que cuenta Rebeca de Bilbao.
Total, que le digo a mi cuñado lo que hay y, como está en un sinvivir con esa novia que se ha echado, se las ingenia yendo a la ferretería y comprando qué sé yo cuántos metros de tubitos de metal. Se sube al tejado con el soplete, se pone a soldar y le queda una antena de lo menos seis metros. Una vez puesta se va a hablar con el alcalde para pedirle permiso para instalarla según lo que se llama política de hechos consumados porque, claro, como es tan larga siempre puede salir un tonto neorrural de esos y decir que si rompemos el paisaje rústico. Le contamos al alcalde que, como ni la televisión ni la radio dicen nada de los ataques de los pájaros, la radio la queremos para ponernos en contacto con otros radioaficionados a ver si saben algo.
Y ayer estrenamos la antena: por la tarde dejamos solo a mi cuñado para que festejara a sus anchas con su novia bielorrusa o hercegovina o lo que sea y luego, después de cenar, como mi cuñado ya había acabado porque en esos países es una hora o dos antes y la señora ya se había acostado, nos pusimos Rosario y yo al aparato.
Seguimos las instrucciones que nos había dado mi cuñado y empezamos a girar despacio un botoncito, que es el que va buscando las frecuencias, a ver si oímos algo y así estuvimos más de diez minutos arriba y abajo preguntando también si alguien nos oía. Al cabo de esos diez minutos se oye una vocecita:
-¿Alguien me oye?
-Sí, nosotras, Pilar y Rosario, que estamos aquí.
-¿Dónde estáis?
-Pues aquí, en el pueblo.
-¿En qué pueblo, en qué país?
-Pues en España.
Y entonces me doy cuenta de que no era español porque hablaba parecido a como hablan las chicas que hacen la limpieza en las casas de Calatayud. Resulta que era un señor que estaba en Méjico.
Entonces nos cuenta que vive en un pueblo junto a un volcán y que el otro día empezaron a salir pajarracos -y tal como los describió eran igualicos que los de aquí- de dentro del volcán y atacaron todos los pueblos vecinos causando gran mortandad, que lo dijo así como si fuera un locutor de televisión. Y que como Méjico es un país de sálvese quien pueda, no podían contar con la ayuda de las autoridades y lo único que podían hacer era rezar a la virgen de Guadalupe.
Yo le expliqué que aquí también nos habían atacado los pájaros y cómo lo habíamos solventado con agua bendita pero que no toda el agua bendita sirve. Y así estuvimos hablando hasta que su señora lo llamó; y quedamos para esta noche a la misma hora en la misma frecuencia.
Y eso es lo que hay: y que en los blogs también me he enterado de todos los destrozos del norte. Ya digo que si Rebeca y Blanca con toda su tribu de novios, maridos y amantes se quieren venir por aquí de vacaciones...
Ah, y a Rebeca le doy la bienvenida al club de las abuelas.

miércoles, 6 de julio de 2011

Seguimos veraneando

Pues eso, nosotras cada día a la piscina y, como ya éramos morenas, Rosario más que yo porque es gitana, nos hemos puesto de color casi subsahariano.
Otra cosa: que dije que el cura había descubierto que los pajarracos, que tienen un nombre que lo dijo Hidalgocinis pero no me acuerdo, se asustan con el agua bendita. Pero ahora resulta que sólo con el agua bendita de aquí. Porque el cura, como en este mundo moderno hay pocos curas, tiene que dar misa el sábado y el domingo en otros dos pueblos y ni en Nuévalos, que está a 14 kilómetros, ni en La Vilueña, que está a 4, funcionó lo de regar el pueblo con agua bendita y les atacaron los pájaros. Y eso debe de ser porque el agua de aquí tendrá algún compuesto que no tengan las aguas de esos otros pueblos y al bendecir ese compuesto será como se asustarán los pájaros.
Ah, y he leído todos los blogs de los amigos: Blanca y Rebeca están con sus cosas, con armas, organizando ejércitos y acumulando comida. Y con sus problemas de hombres, la una entre Pablo y Santi y la otra, como escribe tanto que una se pierde, ya no sé que hizo de su marido el del principio. Lo divertido es que Rebeca va diciendo diantre, que queda muy antiguo; bueno, y la sueca aquella que trajo uno de sus novios para darle celos y que se llevó un monstruo resulta que se ha vuelto una zombie que habla alemán. Y los chicos, tanto Hidalgo como Braulio, andan también en batallas por en medio de los bosques y esperando que venga no sé qué rey. Pues todo eso mientras nosotras andamos tan ricamente por aquí que sólo nos faltan un par de hombres para que nos den un tiento.

Y lo que quería contar, la novedad. Que ya expliqué que si nos vinimos aquí al pueblo fue porque yo tenía una casa que era de mi difunto porque su familia era, y es, de aquí. Bueno, pues resulta que tengo un cuñado ya jubilado que tenía una flota de camiones y se viene el otro día a verme para ver si yo le podía arreglar un problema. Me dice que se ha hecho radioaficionado, que ha sacado una emisora, como esa de la foto, de uno de sus camiones y se la ha instalado en casa pero necesita una antena más larga. Y como yo tengo internet y sé cómo funciona y él no se atreve a salir del pueblo por lo de los pajarracos, que a ver si por internet le puedo encontrar alguna antena para que se la manden. Si me lo ha contado todo: que ha conocido a una señora de un país bielorruso o así que está aprendiendo español y están con que si la invita a venir o no; pero que como la antena no es suficientemente larga, a veces pierde a la señora. Y eso ando ahora haciendo, metiéndome en foros de radioaficionados a ver dónde encuentro una antena. Pero ya le he dicho a mi cuñado que cuando no hable con la bielorrusa me tiene que dejar hablar a mí y me ha dicho que sí, que primero me tiene que dar cuatro lecciones sobre cómo hablan los radioaficionados y sobre por qué banda hay que hablar para no encontrarse las tertulias de los camioneros que pasan por la autopista de Madrid.
Y en eso estamos.