Puerto Sherry |
Pues que nos fuimos otra vez para el sur, para Puerto de Santa María. Que resulta que Hidalgo se enteró de que a lo mejor el rey, el malo más malo que ha de venir detrás de los monstruos, aparece por Menorca y decidió que unos cuantos fuéramos para allí. Y como resulta que a ese chico le gusta mucho El Señor de los anillos, formó una pequeña comunidad pero en vez de un enanito, un hobbit, un elfo y así, decidió que iban dos moteros, dos regulares, dos de la mano vacía... Y Blanca y Grecia, una chica que se trajo Rebeca de Bilbao, con Rosario y conmigo.
Bueno, pues me llama Hidalgo y me pregunta que cómo había quedado con don José María Ruiz Mateos cuando lo había visitado en Jerez, y yo le digo que tan amigos aunque a lo mejor estaba enfadado porque me fui precipitadamente al recibir el mensaje ultrasecreto de que la batalla no era allí sino en Tarifa y no le dije nada. Hidalgo me pide que me ponga en contacto con él y le pregunte si tiene algún barco que pueda poner a nuestra disposición para ir a Menorca. Le mano un mensajito en plan Apreciadísimo José María y en seguida me contesta explicándome lo mucho que se divirtieron porque se ve que los pajarracos voladores, después de la que les dimos en Tarifa, huyeron para Jerez y allí sus legionarios se hartaron de hacer tiro al blanco desde unas baterías antiaéreas que tenían en el tejado de las bodegas.
A lo que iba, que me dice que tiene un velero a nuestra disposición en Puerto Sherry y que vayamos para allá porque, además, conoce Menorca porque su empresa Nueva Rumasa tenía la fábrica de quesos Kraft y había construido un aparthotel. Le explico todos los que vamos y me dice que, entonces, él se trae dos legionarios además de su señora, que no se le despega ni a sol ni a sombra. Lo consulto con Hidalgo y dice que si él pone el velero se pueden aceptar sus condiciones.
Corremos otra vez el camino a Sevilla, bajamos hasta Puerto Sherry y allí estaba en un barco tan grande que parecía la Pinta, la Niña y la Santa María todas a la vez. Estuvimos un ratito cargando el barco con todo lo que teníamos de comida y armamento y don José María da la orden de zarpar. Arranca el motor para salir del puerto, soltamos amarras y, desde el timón, empieza a dar órdenes de que si este cabo por aquí, la otra vela por allá de modo que, al cruzar la bocana, ya teníamos todas las velas desplegadas. Entonces me acuerdo de que los GPS no funcionan y voy y se lo digo:
-Pilar, alguien que como yo ha sabido pilotar grandes imperios financieros es capaz de llegar a donde sea sin GPS.
Y como no me vio muy convencida me sacó unas cartas marinas muy grandes y me explicó cómo íbamos a llegar:
-Vamos a ir bordeando la costa hasta el cabo de la Nao por encima de Alicante; de ahí, rumbo levante a Formentera; luego noreste a la isla de Cabrera y, siguiendo noreste, bordeamos Mallorca por levante y salimos derechos a la costa sur de Menorca. Eso, claro, si el viento acompaña. Si no, pues nos quedamos al pairo.
Y así transcurrió la navegación sin más novedad que, como tampoco funcionaba la brújula y los faros estaban apagados, al caer la noche tuvimos que tirar el ancla y fondear frente a Adra, antes de Almería. Ah, y que como Ruiz Mateos había cargado la bodega con no sé cuántas botellas de jerez, se puede imaginar la juerga que montaron los moteros, los legionarios y el resto de hombres, que nosotras nos fuimos a dormir. Bueno, y que a la mañana siguiente, con la excusa de enseñarme, don José María me pone al timón y mientras me explica desde detrás cómo se coge y lo que es la rosa de los vientos, noto un bultito ahí más abajo de la espalda que le tengo que decir:
-Como salga tu señora...
Al final llegamos a la costa sur de Menorca y la fuimos bordeando hacia el este para coger la boca del puerto de Mahón. Y al llegar tuvimos que parar porque había una cadena de un lado al otro que impedía la entrada y vigías dándonos voces desde las rocas y los acantilados que quienes éramos y a dónde íbamos. Y vinieron a buscarnos con unas barcas pequeñas que se ve que se llaman llauts y decidimos que Blanca, que de todas era la que tenía el mejor escote, fuera a hablar con ellos y los convenciera para que nos dejaran desembarcar. Y aquí estamos.
A lo que iba, que me dice que tiene un velero a nuestra disposición en Puerto Sherry y que vayamos para allá porque, además, conoce Menorca porque su empresa Nueva Rumasa tenía la fábrica de quesos Kraft y había construido un aparthotel. Le explico todos los que vamos y me dice que, entonces, él se trae dos legionarios además de su señora, que no se le despega ni a sol ni a sombra. Lo consulto con Hidalgo y dice que si él pone el velero se pueden aceptar sus condiciones.
Corremos otra vez el camino a Sevilla, bajamos hasta Puerto Sherry y allí estaba en un barco tan grande que parecía la Pinta, la Niña y la Santa María todas a la vez. Estuvimos un ratito cargando el barco con todo lo que teníamos de comida y armamento y don José María da la orden de zarpar. Arranca el motor para salir del puerto, soltamos amarras y, desde el timón, empieza a dar órdenes de que si este cabo por aquí, la otra vela por allá de modo que, al cruzar la bocana, ya teníamos todas las velas desplegadas. Entonces me acuerdo de que los GPS no funcionan y voy y se lo digo:
-Pilar, alguien que como yo ha sabido pilotar grandes imperios financieros es capaz de llegar a donde sea sin GPS.
Y como no me vio muy convencida me sacó unas cartas marinas muy grandes y me explicó cómo íbamos a llegar:
-Vamos a ir bordeando la costa hasta el cabo de la Nao por encima de Alicante; de ahí, rumbo levante a Formentera; luego noreste a la isla de Cabrera y, siguiendo noreste, bordeamos Mallorca por levante y salimos derechos a la costa sur de Menorca. Eso, claro, si el viento acompaña. Si no, pues nos quedamos al pairo.
Y así transcurrió la navegación sin más novedad que, como tampoco funcionaba la brújula y los faros estaban apagados, al caer la noche tuvimos que tirar el ancla y fondear frente a Adra, antes de Almería. Ah, y que como Ruiz Mateos había cargado la bodega con no sé cuántas botellas de jerez, se puede imaginar la juerga que montaron los moteros, los legionarios y el resto de hombres, que nosotras nos fuimos a dormir. Bueno, y que a la mañana siguiente, con la excusa de enseñarme, don José María me pone al timón y mientras me explica desde detrás cómo se coge y lo que es la rosa de los vientos, noto un bultito ahí más abajo de la espalda que le tengo que decir:
-Como salga tu señora...
Al final llegamos a la costa sur de Menorca y la fuimos bordeando hacia el este para coger la boca del puerto de Mahón. Y al llegar tuvimos que parar porque había una cadena de un lado al otro que impedía la entrada y vigías dándonos voces desde las rocas y los acantilados que quienes éramos y a dónde íbamos. Y vinieron a buscarnos con unas barcas pequeñas que se ve que se llaman llauts y decidimos que Blanca, que de todas era la que tenía el mejor escote, fuera a hablar con ellos y los convenciera para que nos dejaran desembarcar. Y aquí estamos.
Puerto de Mahón |
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