Pues esta mañana, las nueve serían y aún estábamos durmiendo. En esto que oigo a Rosario que se pone otra vez a dar voces pero coherentes, no como el otro día que tenía pesadillas. Porque decía:
-¡Ay, señora Pilar, qué desgracia!, ¡Ay, señora Pilar, que ha pasado otro desastre muy gordo en Calatayud!, ¡Ay, que tenemos que ir a ayudar!.
-¿Qué ha pasado?, ¿dónde ha sido?
-No lo sé, pero seguro, seguro. Que hay gente muerta y muchos heridos.
Yo, claro, asustada porque ya sé que a Rosario hay que hacerle caso. Total, que llamo a Feli, que a Julia y a Feli las llamo todos los días, y me dice que sí, que algo habrá pasado porque sólo se oyen sirenas de todo, de policía, de ambulancia, de bomberos, que parecen ir hacia la estación.
En esto, yo aún en camisón y ella ya vestida y metiéndome prisa, que si vámonos, que si hacemos falta allí. Pues eso, una ducha rapidita para despertarme, ponerme lo primero que he encontrado y con el coche hacia Calatayud, que son sólo 14 kilómetros.
Y en el camino ya se notaba que algo ocurría porque al pasar el alto del pairón de san Ignacio ya se veían un montón de helicópteros por la parte de Calatayud, que habrían venido de Zaragoza o de Madrid. Ah, y para quienes no sepan lo que es un pairón, ahí debajo les pongo uno para culturizarlos: son unas torrecillas con una hornacina arriba que guarda la imagen de un santo; y están en los caminos a cierta distancia de los pueblos pero, que yo sepa, sólo por esta parte de Aragón. Y la gente, cuando pasa junto al pairón, se santigua para que le vaya bien el viaje.
Bueno, pues llegamos a Calatayud y vemos que por donde andaba todo el mundo revuelto era por la estación, que os he puesto una foto arriba para que veáis lo moderna que es. Vamos hacia la estación y, como había una barrera policial que no dejaban pasar, va Rosario y me dice que aparque un poco antes, que había sitio y no estorbábamos. Aparcamos, sale corriendo del coche, me dice que la siga, yo detrás, se mete por qué sé yo dónde y salimos a las vías del tren pasada la estación en dirección a Madrid. Andamos y en un momento llegamos al andén. ¡Madre mía, qué desastre!: un tren descarrilado en plena estación con casi todos los cristales rotos, ambulancias de esas que son como minihospitales metidas encima de los andenes que no sé cómo habrán entrado, cinco o seis muertos tapados, que se les veían los zapatos y había una criaturica pequeña... Gente dando voces, niños llorando, y el tren acordonado por la policía, que no dejaban pasar. Y en la plaza frente a la estación, la que se ve en la foto, aterrizando helicópteros para llevarse heridos a Zaragoza o donde fuera porque aquí ya no cabrían.
Y un desorden tal de gritos y sirenas, que nadie nos ha preguntado qué hacíamos allí, y se pensarían que éramos de la Cruz Roja o qué se yo. Porque Rosario, y yo detrás, que se va hasta una furgoneta que había de la Policía Municipal, empieza a coger mantas, me dice que coja unas botellas de agua y unas vendas que había también, y nos ponemos a tapar a unas señoras que estaban sentadas en el suelo y a limpiarles la cara, que la tenían llena de sangre.
De La Almunia han dicho que eran, que el tren había salido a las ocho menos cuarto, tenía que llegar a las nueve y diez pero diez minutos antes de llegar se ha oído un ruido muy fuerte en la cabina, que se veía todo el cristal roto, y luego golpes contra los cristales de los vagones. Y eran unos pajarracos -seguro que como los que decía Rosario- que estaban intentando entrar por las ventanas; y se ve que han conseguido entrar dos o tres. Ellas decían que se habían agachado debajo como habían podido pero oían a la gente correr y gritar, y los pajarracos batiendo las alas y agarrando a la gente. Y qué sé yo lo que han contado, que se me ponen los pelos de punta. Como que se ve que el tren ha descarrilado porque el primero que han matado ha sido al maquinista y claro...
Pues así hemos estado hasta que un municipal se ha dado cuenta y nos ha echado. Nos hemos vuelto corriendo al pueblo y aquí estoy explicándolo. Y esta noche bajaremos a la bodega a dormir.
Y un desorden tal de gritos y sirenas, que nadie nos ha preguntado qué hacíamos allí, y se pensarían que éramos de la Cruz Roja o qué se yo. Porque Rosario, y yo detrás, que se va hasta una furgoneta que había de la Policía Municipal, empieza a coger mantas, me dice que coja unas botellas de agua y unas vendas que había también, y nos ponemos a tapar a unas señoras que estaban sentadas en el suelo y a limpiarles la cara, que la tenían llena de sangre.
De La Almunia han dicho que eran, que el tren había salido a las ocho menos cuarto, tenía que llegar a las nueve y diez pero diez minutos antes de llegar se ha oído un ruido muy fuerte en la cabina, que se veía todo el cristal roto, y luego golpes contra los cristales de los vagones. Y eran unos pajarracos -seguro que como los que decía Rosario- que estaban intentando entrar por las ventanas; y se ve que han conseguido entrar dos o tres. Ellas decían que se habían agachado debajo como habían podido pero oían a la gente correr y gritar, y los pajarracos batiendo las alas y agarrando a la gente. Y qué sé yo lo que han contado, que se me ponen los pelos de punta. Como que se ve que el tren ha descarrilado porque el primero que han matado ha sido al maquinista y claro...
Pues así hemos estado hasta que un municipal se ha dado cuenta y nos ha echado. Nos hemos vuelto corriendo al pueblo y aquí estoy explicándolo. Y esta noche bajaremos a la bodega a dormir.