jueves, 28 de abril de 2011

Otra vez Rosario

Hoy, como era jueves, nos tocaba gimnasio y después a la cafetería con nuestro café con leche y nuestro cruasán. Como todos los martes y los jueves. Y yo estaba preocupada por la gitana Rosario porque quería vigilarla y saber más de todo eso misterioso que nos dijo antesdeayer. Y por eso no conté nada ayer en el blog y sólo puse una poesía por la noche, porque estuve arriba y abajo buscándola hasta las tantas y no la encontré.
Pues hoy ha vuelto a aparecer por el paseo, nos ha reconocido y ha venido a saludar. Pero parecía más cansada que el martes y hacía mala cara, como de estar enferma o tener un problema gordo. La hemos invitado a sentarse y se ha puesto con lo mismo del otro día pero con más cosas. A ver si me acuerdo. Ha dicho que el río Jalón ya no se volvería a desbordar, ni el Ebro ni ninguno porque de repente aparecerían un montón de agujeros grandes en la tierra que se tragarían el agua de todos los ríos, lagos y mares. Y lo de los bichos voladores que taparían la luz del sol; como que ha cogido una servilleta y, según iba hablando, ha dibujado uno muy parecido al que he puesto ahí, que ése lo he encontrado en el google y me lo he copiado para que se entendiera mejor. Pues esos bichos, decía, se comerían a los niños y a todo lo que pillaran, que por eso decía que nos escondiéramos en bodegas bajo tierra. Y más cosas de las que no me acuerdo, que intentaba apuntármelas en la cabeza para contarlas aquí pero se me han olvidado.
Asustadas las tres que estábamos, pero a mí me daba más pena que miedo porque la veía sufriendo, que se creía lo que estaba contando. Así que, como ya se iba haciendo la hora de comer le he pedido que viniera a casa, que la invitaba a comer. Porque yo no sé si habrá comido la criatura estos días entre el jaleo de la madre y la agonía que tiene. Mis amigas que si estaba segura y yo que sí. Porque además, como los jueves por la tarde toca partida de cinquillo y esta semana era aquí en casa, les he dicho que podríamos jugar las cuatro y así nos entreteníamos más. Así ha sido, que Rosario y yo nos hemos metido en la cocina, hemos preparado la comida, hemos comido, hemos visto Amar en tiempos revueltos y entonces ya han llegado Julia y Feli. Y entre la partidica, la compañía y las dos copas de anís que nos hemos tomado cada una, Rosario se ha ido tranquilizando. Como que cuando se han ido mis amigas le he dicho que se quedara a dormir y así ha sido, que después de cenar media tortilla de patatas se ha quedado dormida en la butaca mientras veíamos Bones por la Sexta. La he despertado para que se acostara y me he venido aquí a explicarlo todo con pelos y señales.

6 comentarios:

  1. Estimada señora. Las palabras de agradecimiento se me están acabando con usted. Diga esto por favor a doña Rosario: diga que no está sola, que otros videntes han preferido quitarse la vida cuando se han dado cuenta de lo que está por suceder y otros no han podido soportarlo y que, los que quedamos, ya somos lo bastante fuertes para aguantar lo que sea porque, en cierto modo, ya lo estamos haciendo. Que sea fuerte para cuidar de usted y de otras personas buenas. Que se mueva antes de que las cosas pasen. Que aprenda a respirar, a controlar los espasmos de la ansiedad, que ponga una libreta junto a su cama cuando duerma y que no pierda el contacto con usted ni conmigo.
    Señora, se merecería usted sobrevivir a todo esto, pero no la veo en su futuro. Usted es una sombra pálida y chiquitita en el mundo que vemos y que está por abrirse. No la puedo ver. No la pueden ver. Eso le será muy util.
    Dígale todo esto a Rosario y compren comida en conserva y, si es posible, un par de arcones frigoríficos. Algo me dice, y tiene que ver con uno de mis sueños, que aunque el mundo se caíga seguirá habiendo corriente eléctrica.

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  2. Querida amiga Pilar (creo que puedo ya llamarte así a estas alturas) admiro tu buen corazón no solo por tratar de ayudar a Rosario sino además porque la has llevado a tu casa y luego se ha quedado a dormir en ella. No sé si habrá sido debido a los chupitos de anis y sus consecuencias. El caso es que recibo noticias por aquí y por allá de cosas horribles que están por venir. Veo que el tal Hidalgofinis también te visita a ti y te cuenta también cosas tremendas que parece que pasarán a no mucho tardar.
    Esos pajarracos me parecen horribles, dan mucho miedo, parecen prehistóricos y espero que no volvamos a aquellos tiempos nunca.
    Te he mandado ya las sandalias que me habías pedido, espero que te sienten bien y si no es el caso me lo dices y veremos de solucionarlo. Se que son un poco caras, con de C. Herrera, pero tú con tu pensión y tus ahorrillos no creo que tengas problemas.

    Besitos.

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  3. Hola, Hidalgocinis, que entre que hemos estado aquí mirando lo de la boda real inglesa y luego con cuatro tonterías no te he podido leer hasta ahora.
    Me dejas muy preocupada: ¿qué significa que no me ves en el futuro, que me voy a morir pronto? Aún soy joven, que sólo tengo 65 años. Pero a lo mejor soy esa sombra chiquitita que dices, porque yo soy algo bajita.
    Y le he hablado de ti a Rosario. La dejo aquí para que habléis.

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  4. Hola, señor Hidalgocinis, soy Rosario para servir a Dios y a usted. Me dice doña Pilar que usted también ve cosas malas que van a pasar. Yo también las veo, cosas de muy mal fario que no quiero ver y me hacen de sufrir porque nadie me hace caso. Es un consuelo tenerle a usted porque necesito un amigo o alguien que no me diga que estoy loca. Me voy a quedar aquí en casa de doña Pilar, que es muy buena, unos días y usted y yo hablaremos por este aparato. Y ya sé que hay que comprar comida enlatada, pero pronto porque sino, lo que metan en latas también estará envenenado.
    Adiós
    Rosario Vargas

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  5. Hola, Blanca: que no es por el anís que está aquí Rosario conmigo, es porque ya somos buenas amigas y me hace compañía. Además, nosotras no bebemos chupitos, bebemos copas hasta arriba.
    Y estoy muy preocupada y Rosario también: está una tan tranquila viendo la boda real y mira lo que pasa.
    Y ya te he leído que tú también has estado viendo la boda: ¡qué elegancias!
    No te preocupes tampoco por el precio de las sandalias: la envidia que voy a dar a mis amigas ya lo merece.

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  6. Estimada señorita Rosario.
    Si usted ve en el futuro que se pudiera envenenar la comida por uno u otro motivo, lo tendré muy en cuenta. Me siento tremendamente aliviado al saber que está usted con mi amadísima señora.
    Estimada doña Pilar.
    No se asuste, porque lo que yo quise decir (quizá no me expliqué bien, tengo que mirármelo, como dicen ustedes), es que su espíritu, su futuro, y su esencia mágica y vital sabe trucos para esconderse. ¿Ve los pajaritos que retrató usted allí arriba? Seguramente usted podría robarles un huevo de sus nidos. Espero que tenga usted una vida más larga que la mía. Yo y Rosario, lamentablemente, brillamos como cigarrillos en la noche de la playa y vendrán a por nosotros.

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